jueves, 6 de marzo de 2014

Dentistas y periodistas

Intento no pensar; ignorar la sensación de que me están apresando la muela con una especie de gato de carpintero para operar en ella con esas fresas que siempre temo que acaben dándome un tajo en la lengua; en su lugar, centro mi atención en la decisión de cómo colocar mi mano derecha –nunca me planteo dónde he puesto la izquierda, ni me molesta, pero la derecha es una especie de estorbo supernumerario cuya presencia me resulta ridícula posada en cualquiera de las partes del sillón o de mi propio cuerpo-. El único consuelo es que mi dentista es diestro en su oficio y pronto me veo enjuagándome con un vaso del que percibo solo la mitad de su borde, porque el resto coincide con el trozo de boca y de cara que ha quedado suspendido en el vacío de la anestesia.

Conferencia de David Levy en el Club Internacional de Prensa de Madrid
(foto tomada de la web Celebrating Journalism
)
Ahora, apenas cuatro horas después de los hechos de marras, ya ni me acuerdo de ninguna de estas sensaciones: el rato pedaleando en la bici con el viento de frente hasta el aparcamiento, las dos horas de viaje en coche a Madrid en amena charla con sendas amigas, y los cinco minutos que llevo con todos los sentidos puestos en entender el inglés de Oxford del conferenciante David Levy han girado toda la atención de mi cerebro hacia la panorámica que este observador nos ofrece de la profesión a la que he dedicado más de media vida y que ahora, como casi siempre, se encuentra en una encrucijada compleja.

Patronos, patrones y plumillas

"Corren tiempos duros para las empresas periodísticas, pero no somos una industria agonizante", afirma Levy, y yo me dispongo a escuchar pacientemente la correspondiente dosis de estereotipos manidos. Pero me equivoco, porque el director del Reuters Institute –organismo de la Universidad de Oxford para el estudio del Periodismo- tiene esa sencillez arrolladora de los conferenciantes excepcionales, que hacen disfrutar a la audiencia mientras le endiñan una carga de profundidad compuesta por ánimos y desafíos a partes iguales.

Desde la turbia arena de los análisis sociológicos a pie de calle, el informe anual del Reuters Institute va poniendo un poco de luz y de orden a través de trece preguntas claras que han realizado a una muestra de audiencias de nueve países (seis europeos, Estados Unidos, Brasil y Japón), y de las que  empieza a extraer conclusiones -merece la pena echar un ojo al informe de Levy para juzgar por uno mismo-: la demanda del producto informativo sigue creciendo constantemente en el conjunto de los soportes (periódicos tradicionales, digitales, televisiones, radios, buscadores de noticias) y, en lo digital, desde todos los dispositivos: ordenadores, tablets y móviles. Sin embargo, hay muy poca gente que haya pagado por noticias digitales, aunque esa pequeña cantidad va creciendo tímidamente; y muchas más personas estarían dispuestas a pagar por esos contenidos en un futuro, si se les ofrece un producto de calidad (el caso del Brasil urbano es llamativo).

El desafío, concluye nuestro disertador, es entender mejor a los lectores (oyentes, telespectadores, internautas), estar presente en todos los soportes tecnológicos y flexibilizar las fórmulas de pago: quién debe pagar, cuánto, por qué contenido. Y yo me quedo tan tranquila, pensando que vale, que es cosa de los patrones –que se estrujen la materia gris los empresarios-; pero resulta que no, que en este día del patrono de los periodistas –ese chico de familia bien de la Alta Saboya que se hizo cura en secreto y se dedicaba a escribir panfletillos y repartirlos por las casas de Thonon-les-Bains para refutar las teorías calvinistas, lo que le valió algún disgustillo, como dos intentos de asesinato-, la última conclusión vuelve a depositar el peso de la responsabilidad sobre las cansadas espaldas de los plumillas que abarrotamos el Club Internacional de Prensa de Madrid; porque lo más importante para todo el negocio es lograr ese valor añadido para el contenido periodístico, por el que la gente estará dispuesta a pagar, y que tiene dos nombres: especialización y análisis profundo.

Pilar Citoler y el queso de Enid Blyton 

 Ato la bici al único canalón de la plazuela del centro comercial Las Francesas, junto al salón de té, y me dirijo rápida a ver la exposición "Personajes y miradas", de la colección Circa XX, de Pilar Citoler, para la que dispongo de poco tiempo, porque en el camino he parado dos veces a observar sendas manifestaciones -la de los preferentistas, junto al Bankia de la calle María de Molina, y la de los trabajadores de Metales Extruidos, en la calle Platerías-, ambas escasas de gente y de esperanza.

El andaluz perdido, de José Caballero, primera
obra de la colección de Pilar Citoler
(no incluida en esta exposición).
Foto tomada de la web del IES José Caballero
Le declamo mi código postal al controlador de la exposición, me dejo absorber por la mirada profunda de Kevin, un hombre negro al que retrató Pierre Gonnord, y continúo mi recorrido -en sentido contrario a las agujas del reloj, a ver si así gano tiempo- admirando fotografías de RobertMapplethorpe o de Joseph Beuys, dibujos como L'archeologo de Giorgio de Chirico y pinturas como la serie Studies of Male Back, de Francis Bacon, para terminar con la fotografía Zoo when it snows, de Maggie Cardelus; y, mientras pedaleo a toda pastilla de vuelta al trabajo, tengo el mismo desconcierto que sufría de pequeña cuando leía los libros de Enid Blyton: el placer con el que sus niños británicos merendaban queso y pan de jengibre entre aventura y aventura me hacía ir al armario de la cocina convencida de que, esta vez sí, me gustaría el queso, pero nuevamente experimentaba la decepción de comprobar que me sabía tan mal como de costumbre. Es verdad que ahora me gustan todas las clases de queso, y cuanto más fuertes mejor, pero no tengo la misma confianza en llegar a adquirir el paladar adulto para el arte contemporáneo: por mucho que lo intento, por ahora solo he logrado que me gusten las variedades más suaves, como las miradas de Gonnord o las madres de Henry Moore.

Linkedin me sugiere felicitar a mi amiga por su nuevo trabajo: desempleada en el INEM

Ha pasado más de un mes desde mi peregrinación entre el dentista y la conferencia de David Levy, pero algún engarce ha quedado en mi cerebro relacionando las profesiones de odontólogo y periodista; a ello contribuyó esa visita a la exposición de Pilar Citoler, veterana profesional del ramo que ha creado una colección de arte de valor incalculable invirtiendo lo ganado a base de empastes, limpiezas e implantes. Y es que estamos dispuestos a pagar lo que sea por que alguien nos quite un dolor insoportable y ponga nuestra boca en condiciones de comernos la vida. Sin embargo, los periodistas somos más bien como el dolor de muelas: siempre tocando las narices con lo que va mal, señalando las caries del paro y de la injusticia, las gingivitis de las chapuzas y la piorrea de la corrupción, que a punto ha estado de arruinar toda la dentadura del país –del continente, del globo- y que sigue supurando.

En el mejor de los casos, un periodista es un buen ojeador que ayuda a ver las piezas dañadas –y las sanas, no las vayan a quitar por equivocación- a los posibles dentistas sociales (políticos, economistas, jueces, educadores). Un ojeador, eso sí, que debe amoldarse a los nuevos soportes y tecnologías con inteligencia para no caer en sinsentidos de la comunicación como el que el otro día me proponía Linkedin: "felicita a Maica por su nuevo trabajo". Y yo, eufórica, pensando que había mejorado su situación, pinché en el enlace para felicitarla, y me encontré la información completa: "Maica es ahora desempleada en el INEM. Felicita a Maica".


Preferentistas junto al Bankia de María de Molina, y trabajadores de Metales
Extruidos en la calle Platerias
En estos días de lluvia y viento, mientras agarro el manillar con firmeza y me pongo de pie sobre los pedales para soportar mejor las embestidas de la ráfagas cambiantes, pienso en Maica y también en el grupo de manifestantes de Metales Extruidos, que llevan soportando desde diciembre las rachas cambiantes de las decisiones y propuestas de los administradores concursales, del juez y de las dos empresas en liza. Ojalá se resuelva con acierto esta especie de puja de última hora entre Gryphus y Extrusiones Metálicas. Y, sobre todo, ojalá cumplan lo que tan devotamente están prometiendo al juez y a los administradores concursales para hacerse con el pastel.