miércoles, 16 de julio de 2014

Absalón y las rosas de alivio luto

Sobre el puente de Juan de Austria se sentaba una nube rinoceronte recién salida del agua, y, pasarela arriba, en dirección Parquesol, se recogían hacia sus casas otras nubes algodonosas –criadas de película yanqui vestidas de domingo, con bolsito y sombrero -, mientras un grupo de facinerosos nubarrones negros las dejaban marchar de mala gana, pensando que la tormenta había sido demasiado poca cosa, algo amariconadilla, nada que ver con la que habían montado sus colegas de Almazán hace unos días. Pero así quedó todo y el cielo se fue serenando. Al llegar al wok de la avenida de Salamanca, junto a la gasolinera y el Lidl, un rebaño de camellos rojizos, con giba y paso cansado, dibujaban en el cielo un atardecer de víspera de Reyes Magos que hacía olvidar la inminencia de este lunes desgraciado en el que me he vuelto a olvidar de meter en la mochila las tijeras de podar, así que otra vez tengo que pasar esquivando las ramas floridas de tres adelfas que dan la espalda al Museo de la Ciencia y se abalanzan sobre el carril bici amenazando con agarrarme de la melena –o de las ranuras del casco- y dejarme colgada de los pelos, igual que hizo una encina con el rey Absalón, dejándolo inerme a merced de sus enemigos.

Absalón y Joab, Jenaro y Daniel Yu

Me ha llevado un buen rato de Google y de Biblia localizar el nombre de ese personaje cuya desgracia recordaba vívidamente –con el colorido de aquel libro gigante lleno de ilustraciones en el que el puntero de sor Anunciación señalaba, ante nuestros asombrados ojos de párvulos, la quijada de asno con la que Caín mataba a su hermano Abel, la torre de Babel derrumbándose o las parejas de animales embarcando en el Arca de Noé-, pero cuya identidad se había perdido en mis recuerdos en un laberinto nebuloso de nombres bíblicos: Roboam y Jeroboam, Nabucodonosor, Joab, Habacuc, Joel, Josué, Judá...

Muerte de Absalón. Ilustración del Weltchronik (Crónica del mundo),
de Rudolf von Ems. Fotografía tomada de Wikipedia
Quizás haya sido esa deriva de mi memoria hacia los nombres masculinos de inicial jota la que la ha llevado hasta Jenaro García, al que de repente he encontrado un extraño parecido con Absalón; porque, aunque el fundador de Gowex no tenga la hermosa melena que fue la ruina del israelita -al decir del libro segundo de Samuel, todos los años se la cortaba y pesaban sus cabellos 200 siclos, casi kilo y medio-, sí había ido tejiendo una espesa red de mentiras, que son las que le han dejado colgado del árbol a merced de  las flechas de Joab (léase Daniel Yu) y de los dardos de todos los que han querido acercarse a hacer leña del árbol caído.

Porque, a estas alturas, estará el fundador de Gowex preguntándose, como Segismundo en la introducción de La vida es sueño: ¿No mintieron los demás? Pues, si los demás mintieron, ¿qué privilegios tuvieron que yo no gocé jamás? Aunque la pregunta no es esa, sino la inversa: ¿se investigarán y sancionarán también las demás mentiras? Por ejemplo, ¿explicará alguien a los trabajadores de Nutrexpa de Palencia, que este viernes empezarán a quedarse sin trabajo, hasta dónde llegaba la mentira de ese Plan Simba, tan organizadito en todos sus aspectos, que, al parecer, consistía en conseguir subvenciones públicas destinadas a crear empleo, pero utilizarlas para destruirlo cerrando la fábrica?

Ese retorcimiento directo de la comunicación, el emplear las palabras más pretendidamente nobles –como las de "responsabilidad social corporativa" y otras fórmulas parecidas- para contar exactamente lo contrario de lo que se está haciendo, o para disimular que se está haciendo exactamente lo contrario de lo que se ha prometido, es la peor corrupción de esa parte de la profesión periodística –la comunicación institucional- a la que he dedicado más de treinta años de mi vida, y que en estas ocasiones me repugna hasta la náusea.


 

La siesta de verano...

Muchas mañanas me lo recuerda un muro de bloques de hormigón que acompaña mi trayecto diario en la bici durante unos trescientos metros, bordeando el perímetro de una fábrica cerrada y abandonada. Como antes iba por la orilla del río, y por allí no había tapia, sino frágil alambrada, sé que allí detrás había ratas grandes como conejos andando a sus anchas entre los tanques de tratamiento de residuos de la fábrica; que el edificio principal va quedando sitiado por escombros y que la maleza se está comiendo la garita del guarda de seguridad; pero la frescura de las enredaderas que han crecido hasta tapar los bloques de hormigón, y los colores llenos de vida -como de amor verdadero- de  las rosas que salen de entre la hiedra para saludarme hacen que me olvide de la tristeza y la podredumbre del abandono que está detrás del muro.


Arriba, la izquierda, Javier Silva coloca una máscara
ya acabada mientras Eloy Arribas trabaja
en uno de sus cuadros. A la derecha, pinturas de Eloy
ya finalizadas. Debajo, Jonás Fadrique, al ordenador,
habla sobre el proyecto con Javier Silva.
Más abajo, trabajos en curso de Jonás.

Quizás sea eso a lo que se refieren Eloy Arribas y Jonás Fadrique –mira, otro nombre bíblico con jota- al denominar a su nuevo proyecto "Summer Nap" (siesta de verano).  No solo porque, mientras mucha gente echa su siestecita veraniega en el sofá, ellos estarán trabajando en la galería Javier Silva y todo el que quiera podrá ir a verles currar, sino también porque quieren llamar la atención hacia el cuerpo de siesta -de despreocupación y desinterés- en el que parecemos habernos instalado ante los cambios y crisis económicos, políticos y sociales que estamos viviendo en los últimos años. Como si eso ocurriera detrás de un muro y no nos importara mucho.

... y las rosas de alivio luto

Pasaron los vientos y las nubes, y llegó de nuevo, con la luna llena, la calma y el calor a este intento de verano, así que volví a tomar el camino del río; y es curioso, ahora echo en falta las rosas y la hiedra del muro, a las que ya no veo como tapadera de algo sucio y abandonado, sino como una realidad en sí mismas. Porque tan real como la corrupción –ya sea de jefes de mantenimiento municipales, empresarios fantasmas o trapaceros sacatajadas de subvenciones- es el trabajo limpio de tres estudiantes de ingeniería industrial que han pasado a la final del Michelin Challenge Bibendum con un proyecto para compartir cargamentos en los camiones y así disminuir gastos, ahorrar energía y tirar menos CO2 a la atmósfera; o el de la investigadora Estefanía Gioria, premiada en un congreso de química organometálica por sus avances (dentro de un programa de doctorado de la UVa coordinado por el catedrático Pablo Espinet) para facilitar la preparación de moléculas de alto valor añadido, muy utilizadas en fármacos o en productos fitosanitarios. Que no todo va a ser basura y mentira en la comunicación institucional.

Estefanía Gioria, investigadora del
CINQUIMA de la Universidad de Valladolid
(foto tomada de la web del grupo de investigación)
Entre esas rosas –que las hay de todos los colores, igual que en la política-, he llegado a coger especial cariño a unas cuantas matas de color lila, pálidas y a veces un poco sucias por culpa de los tubos de escape, pero a la vez –aunque parezca contradictorio- frondosas y rozagantes. Su color me recuerda a un vestido que tenía mi madre para las temporadas de alivio luto, esos momentos tan raros en la vida de la gente en los que los hipócritas se disfrazan de tristes y los sinceros retoman proyectos e ilusiones con un cierto miedo porque está demasiado cercana la memoria de la pérdida.


 

Así veo esta temporada, que comenzó con un coloquio entre José Manuel Navia y Gustavo Martín Garzo hablando de la necesidad de soñar y de asumir la tristeza y el sentido de la pérdida, coincidiendo casi en el mismo día con novedades sobre proyectos retomados: la reapertura de Extrusiones Metálicasconfirmada de nuevo ayer mismo por el director mundial de la firma, Jesús García-; la puesta en marcha del proyecto de regeneración de los Cuarteles de Arco de Ladrillo; y la proximidad del traslado de los talleres de Renfe, que liberará el primer espacio del Plan Rogers, con la mezcla de esperanza y de incertidumbre de si llegará a realizarse o se quedará como parte de ese "Valladolid que casi existió", que podemos ver en la exposición del Archivo Municipal.



Folleto informativo de la exposición
"Valladolid soñado. Imágenes de la ciudad que casi existió"
(tomado de la web del Ayuntamiento de Valladolid)